2013-11-15 00:00:00

PRESENTACIÓN DE AQUEL VIERNES DE JULIO EN UTRERA POR JOHN J. REEL

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Una de las experiencias más interesantes durante este año de vida de Aquel viernes de julio es haber conocido a nuevas personas a las que admirar. Una de ellas ha sido John Julius Reel, el autor de «La Sevilla del guiri» que se publicó durante varios años en Diario de Sevilla,. Desde que nos conocimos no hemos dejado pasar una semana sin vernos, iniciando una amistad que esperamos perdure siempre. En estos encuentros he podido vislumbrar a una persona muy interesante, culta, profunda, que tiene un gran escritor dentro y que nos lo va a demostrar.

John me hizo el honor de presentar Aquel viernes de julio en Utrera. Aquí está lo que dijo. Ya me dirán si no le debo agradecimiento a sus palabras. Gracias, John.
Utrera, 13 de noviembre de 2013

Casa de la Cultura

Cada novela cuenta una historia, pero también se puede contar una historia sobre una novela. Os voy a contar una historia real sobre esta novela, Aquel viernes de julio, de Manuel Machuca, que tengo el gran placer, esta noche, de presentar.

El agosto pasado estuve en Estados Unidos con mi familia. Mi esposa sevillana, mis dos hijos pequeños y yo siempre viajamos muy ligeros a mi terruño, sabiendo que vamos a volver con el doble de las cosas con las que hemos ido. Llevé el libro de Manuel conmigo, pues tenía ganas de leerlo desde hacía tiempo. Quizás fuera miedo lo que me había impedido leerlo durante tanto tiempo miedo a que no me gustara. Me caía bien Manuel, y quería que su libro me cayera bien también, pero sabía que la posibilidad de eso era pequeña. Es extremadamente difícil escribir una buena novela. ¿Cómo podía ser que una persona tan ocupada en su farmacia y en su vida profesional como farmacéutico, dando clases y conferencias, con una reputación internacional, consiga en su tiempo libre lo que muchos autores escribiendo con plena dedicación no son capaces de hacer, al menos no con autoridad? Estaba seguro de que, aunque me gustara la novela, no me iba a gustar tanto como para querer traerla de nuevo a Sevilla. El espacio que ocupaba el libro en la ida lo ocuparía otra cosa en la vuelta.

Permitidme describiros dónde mi familia y yo nos quedamos cuando visitamos a mi país. Es un pueblo pequeño llamado North Sutton. Está cerca de Canadá, en el estado de Nueva Hampshire. Más que rural, es silvestre. Imaginad dos casas, la de mi hermano y la de mi madre, una apartada de la otra, ambas casi escondidas en cinco hectáreas de bosque. Un riachuelo corre entre ellas. Osos, alces y coyotes vagan libremente por la noche, y a veces durante el día. Durante el invierno, la nieve cubre el suelo tres meses seguidos, pero en el verano el clima es caluroso, húmedo y exuberantemente verde. Hay frutas del bosque por todas partes, ranas y tortugas y una infinidad de insectos de todos los tamaños. Rebosa de vida tropical. Dista mucho del calor seco y del jaleo de Sevilla. A esta parte del mundo llevé la novela de Manuel, para dejarla allí para siempre.

Una noche húmeda, con los insectos repiqueteando contra la tela metálica de las ventanas abiertas, por fin la abrí, y después de un par de páginas, me transportó, me hizo cruzar de nuevo al Atlántico, de vuelta a la ciudad que estos días llamo mi casa, Sevilla. Pero a una Sevilla distinta, a Sevilla durante la Guerra Civil. Una buena parte del libro tiene lugar en lo que es más o menos mi barrio, Amate, Nervión, Ciudad Jardín. Ahora, por el libro, sé que en aquellos tiempos, aquella zona, salvo quizás Ciudad Jardín, la constituían principalmente grandes mansiones, huertas y campo abierto. De repente, gracias a la novela de Manuel, viví aquella versión más antigua y revoltosa de Sevilla, y de mi barrio, con todos los sentidos. Conociendo además sevillanos, es decir, conociendo a sus personajes. También me llevó al centro de la ciudad, y a la frescura de patios interiores, y a cárceles improvisados. Me hizo presenciara ejecuciones, querer mirar hacia otro lado. Me costó creer que en la Sevilla que yo conocía y que reconocía en la novela, pudiera haber pasado por eso. Pero al final su libro me lo hizo creer totalmente. Aún más importante, me hizo ver cómo algunos sevillanos podían sobrevivir y otros no, y el por qué.

No voy a intentar meteros en el ambiente y argumento del libro; Manuel hace esto siempre con autoridad y elegancia. Baste decir que, gracias a la intensidad, las imágenes y la destreza del libro, yo podía, durante mis vacaciones, vivir simultáneamente en dos mundos, dos mundos radicalmente diferentes: North Sutton, New Hampshire durante el verano de 2013; y Sevilla durante la Guerra Civil. Y aunque vivía uno en la vida real y en el tiempo real, y el otro sólo lo vivía en la imaginación, no puedo decir que el primero acabara siendo más vívido. Eso es un logro enorme para un novelista. Manuel no sólo no me decepcionó, sino que me impresionó. Tanto, que aquí está la novela. La traje de nuevo a Sevilla. Había cientos de libros, grandes libros, libros en mi lengua madre, que podría haber traído en su lugar, pero quería este. Ha ganado un puesto permanente en mi biblioteca personal. Os apuesto a que también gana uno igual en la vuestra también.