Ella no lo sabe, yo tampoco. Laura es una de las empleadas del supermercado al que suelo ir. Nos conoce por nuestros nombres, está atenta a lo que cada uno de sus clientes necesitamos. Estuvo desde el principio de la pandemia, soportando nuestras neuras de compras de papel higiénico, de latas de conserva, de lo que fuera. Ha trabajado domingos de navidades que luego dicen que van a pagar con vacaciones y luego? Luego, eso, lo que todos sabemos.
Ella ha formado parte de los trabajadores esenciales de este país, pero nadie se acordó de ella para vacunarla? de la gripe.
Y allí sigue. Ella y sus compañeras. Sin saber si alguien las tendrá en cuenta para otra cosa que no sea garantizar reservas de papel higiénico que pongan a prueba nuestra cobardía. La vacuna, como el pago de las horas extras retrasadas, tendrá que esperar para ella, que continuará reponiendo nuestros caprichos y apagando nuestros miedos.