En el Sevilla Fútbol Club juegan tres campeones del mundo. Un equipo en puestos de descenso tiene en su plantilla, aunque sea de forma provisional, tres de los componentes de la selección argentina que acaba de vencer en una agónica final al combinado francés. Una victoria merecida del equipo que representa a un país tremendamente complejo y contradictorio, en el que sus políticos y sus élites estarán aún más contentos con la victoria, puesto que el éxito en el fútbol contribuirá a tapar sin duda muchas de sus tropelías.
El éxito de Argentina tiene muchas lecciones que deberíamos aprender. Si el día que se enfrentaron a Holanda muchos futbolistas mostraron la peor versión de un jugador de fútbol, las declaraciones post partido de futbolistas como el Dibu Martínez, Rodrigo de Paul o Enzo Fernández, y las de su entrenador, el antes criticado Lionel II, Scaloni, nos han reconciliado con la forma más bella de entender este deporte. Palabras de agradecimiento, de recuerdo a quienes han contribuido a que hayan llegado a donde están, aúna razón y nobleza.
No pudo comenzar de peor forma el Mundial para Argentina, con una derrota casi vergonzosa frente a Arabia Saudí pero que fue, al contrario de la abultada victoria de España, una dura forma de aprender la lección que a la postre los ha llevado a la cima. Si para Argentina aquella derrota fue la constatación de que solo con sufrimiento, tesón y trabajo colectivo iban a poder llegar hasta el final, la victoria de España frente a Costa Rica, dirigida por un entrenador que es la soberbia personificada, significó creer que nuestra selección estaba tocada por los dioses y para que la victoria final llegara solo era cuestión de que pasara el tiempo. No había nada que corregir, pues nada hay que corregirle a la perfección. Íbamos a ganar sencillamente porque nos lo merecíamos. Faltaría más.
Argentina supo ir de menos a más gracias a que el grupo creyó en sus posibilidades, gracias a que estaban dispuestos a dejar en el camino hasta el último gramo de energía, y gracias a que, a pesar de tener en sus filas al mejor futbolista de los últimos quince o veinte años, eran, sobre todo, un equipo. No importaba lo más mínimo que tuvieran en sus filas al mejor futbolista del mundo, eso siempre es secundario ante la necesidad de ser uno.
Buena parte de la culpa de todo esto la han tenido los dos lioneles. Scaloni, porque ha sabido armar un ejército en el campo al servicio de una idea; y Messi, porque supo entender lo que necesitaba para colmar su sueño de ser campeón del mundo. Y lo supo, a pesar de que iba a ser su último Mundial y ello le podría generar una tensión incontrolable; a pesar de las innumerables críticas que ha tenido en la propia Argentina a lo largo de su carrera, quejándose sus compatriotas de que solo jugaba bien para el Barça. A pesar de todo eso, a pesar de que un futbolista de su categoría podía quedarse sin el título más importante, supo cuál era su papel.
Messi ha sabido alcanzar el título que le faltaba reforzando un liderazgo que no se basaba ya en su genialidad futbolística, que la continúa teniendo, sino en su capacidad de sacar lo mejor de cada uno de los jugadores con los que ha compartido selección. Las comparaciones son odiosas, pero mientras Ronaldo persistía en su narcisismo y en un liderazgo basado en el miedo, Messi ha dado una lección de dirigir desde el ejemplo y desde esa verdad tan incuestionable que dice que todos en un equipo son importantes, todos cumplen una misión imprescindible y contribuyen a un éxito, el colectivo, que va mucho más allá del individual y también llega mucho más lejos y de forma permanente.
A Jul y a Gan les encantaría que nuestros tres argentinos volvieran con la lección aprendida y que contribuyeran a sacar del pozo al Sevilla Fútbol Club enseñándonos a aplicarnos esa lección. Nuestro Sevilla se parece más en estos momentos de la temporada a la Argentina que cayó derrotada ante Arabia que a la que campeonó el domingo. Todos sabemos de la importancia que los argentinos dan a su selección, y todos tenemos también dudas acerca del compromiso que los nuestros han tenido durante estos meses con el club que les paga, al igual que tememos que lleguen a pensar que con lo conseguido ya es suficiente para esta temporada. Quién sabe cómo vendrán, y si algunos ni siquiera regresarán.
El Sevilla Fútbol Club, su plantilla, su cuerpo técnico, sus estamentos, harían bien en aprender la lección de Argentina y dejarse de broncas tóxicas, de discusiones públicas dañinas y estériles; de todo aquello que no sea apelar a la unión y a la lucha por salir del pozo en el que nos hemos metido. Porque de ahí solo vamos a salir con liderazgo positivo, con trabajo y espíritu colectivo y con la capacidad de anteponer los intereses del grupo a los nuestros. Sí, por supuesto, hay que fichar jugadores, dotar de músculo al centro del campo, de seguridad a la defensa, de gol a la delantera Pero ¿qué será del equipo si no consigue volver a serlo? Nada.
Este Mundial ha enterrado la posesión y ha ensalzado la solidaridad y el trabajo en común, valores que no solo sirven para el fútbol sino para lo que deseemos ser como sociedad o como país más allá de lo futbolístico. Estos valores los han elevado a su máxima expresión equipos de países pobres como Argentina o Marruecos, en los que han participado cinco de los nuestros. Como no consigamos salir de esta deberíamos hacérnoslo mirar. Vaya que sí.
Publicado en La Colina de Nervión el lunes 19 de diciembre de 2022