2023-07-06 00:00:00

LOLA OPINA

Autor: LOLA

0     674273   . Artículos . demasiadagente . Literatura

La opinión más larga que ha llegado hasta ahora sobre mi último libro DEMASIADA GENTE merece que salga en una entrada del blog. Es de LOLA, y su opinióbn es esta:

Demasiada gente

Además de demasiada gente, en Demasiada gente hay muchas otras cosas. Hasta en la rabia hay un acento de ternura. Hasta en la desesperación hay un momento eterno para la esperanza que llega a causar rabia al sentido contrario, al del perdón o la comprensión. Hay mucha maldad soterrada metida en los corazones de demasiada gente. Hay un desprecio total y rotundo al daño que conocen, que saben que van a ocasionar; hay una negación absoluta de la bondad y de la devoción que expresan y con la que comprometieron sus vidas; hay un insulto intolerable a la vida humana, a la más vulnerable de las vidas y de los sentimientos; hay un pecado de arrogancia y maldad al que se supone que deben dar guerra sin cuartel, pero al que ignoran deliberadamente porque todos los tipos de depravación se reúnen en estos seres abominables. Médicos, monjas, seglares santiguadores mentirosos y mezquinos que se ocultan tras la falsa apariencia del servidor de dios, del amante de los más honestos gestos de generosidad y humanidad que fuesen posible.

Y es posible que en ?Demasiada gente? haya demasiada gente buena, demasiada gente paciente, bien pensada, que aún a pesar de todo esté dispuesta a perdonar a tanta gente mala y despreciable.

Después de leer este libro de Manuel Machuca titulado ?Demasiada gente?, y una vez conocido su contenido, llegado hasta el fondo de sus vísceras, de sentirme extenuada con el dolor de las víctimas, arrebata de ira con el impudor e impunidad de los malhechores, se me ocurre pensar, independientemente del tema religioso o del que solemos darle con total rigor y generosidad a la profesionalidad de los médicos, qué papel ejercía la justicia en todo este asunto, y se me hiela la sangre al pensarlo. Qué triunvirato divino, qué mezquindad, cuanta vileza y qué tamaña impunidad en torno a este, como a otros temas. Lo que no se supo en su día ya ha prescrito y los culpables se hallan libres de culpa. ¿Y sus conciencias? ¿Dónde las guardan? ¿Las han tenido alguna vez? ¿Prescriben en términos humanos la escasez o ausencia de ellas? ¿Pueden vivir sin que les duela eso que dicen que Dios nos dio y que se llama alma?


Pero el alma no duele, dirán ellos. No es nada físico, no tiene consistencia para temer un daño físico y la maldad no suele apretar en el cuello a los malditos. ¿Y cómo puede alguien llegar a despreciarse a sí mismo, porque estoy segura que eso lo hacen y se sienten llegar a su boca los mismos escupitajos que se lanzan, sin sentir verdadero pavor por sus actos pasados? ¿Cómo puede un ser humano vivir cargando con el peso de tanto daño ejercido sobre otros, y seguir viviendo? Porque no son humanos. Simple y llanamente porque no son humanos. Nadie puede ser humano y tan malvado al mismo tiempo. Ni las fieras lo son siendo tan fieras.
Pues así andaba yo mientras leía el libro de Manuel Machuca y me figuraba vivir siendo aquella mujer que no se cansó nunca de buscar a su hijo. Y yo me preguntaba qué habría hecho yo de haberme encontrado alguna vez en aquella situación. Podíamos ser coetáneas, haber vivido los embarazos y los partos sobre las mismas épocas, quizás hasta nos habrían asistido los mismos doctores. Pero no tuvimos la misma suerte. ¿Qué habría hecho yo de haber sido Fernanda quien sufriera la pérdida de un hijo que ya estaba temiendo?

Es imposible ponerse en su lugar. Es tremendo. Es asomarse al vacío de un volcán y calibrar en qué lugar del sol se guardarán los restos de tu miedo para seguir teniéndolo, porque mientras quede miedo queda esperanza. Es asombroso visualizar, aún desde lejos, desde las páginas de un libro que se mastican, desde las que nos salpica el dolor paciente, la búsqueda sin tregua, tranquila, sin aspavientos, y terminar ahí, sin prenderle fuego aún a más de un deseo de quemar lo inquemable, lo que no se termina, lo que no prescribe, lo que les sigue dando tregua para seguir mintiendo, fingiéndose meretrices, dioses, médicos. Y solo son enfermos.