ELLOS REGRESARON
Primero echaron a los gitanos,
pero como no lo era, no me importó.
Luego desalojaron casas de vecinos
y barrios enteros, pobres y demasiado céntricos.
Pero yo no vivía allí, y tampoco me importó.
Y no solo no me importó.
Compré, vendí, gané,
a costa de ellos,
de los que echaron.
¿O echamos?
Ahora es mi vecino el que se ha ido,
y los nuevos inquilinos cantan y bailan
cada madrugada.
Y los nuevos son otros nuevos, mañana,
y pasado mañana.
Y gritan, y vomitan,
y arrastran sus trolleys sobre mi cerebro,
cada madrugada.
Ahora soy yo el que arrastra las maletas,
No tengo avión que me espere
ni nadie para ignorarme.
Andan ciertos plumillas escandalizados por la invasión de turistas de nuestra ciudad. Han aprendido a decir gentrificación sin que se les trabe la lengua. Incluso alguno, preso de un ignorante adanismo, perdonen la reiteración de sinónimos, hablan de que todo empezó con los gitanos de Triana, fenómeno poco estudiado, dicen, cuando hay libros y tesis doctorales, trabajos de antropología realizados que, como antes se las refanfinflaba el tema, habían ignorado.
Ahora se cruzan en el ascensor con individuos en pantalón corto y poco depilados a quienes no conocen y los escuchan cada madrugada beberse el mundo a mayor gloria de Ryanair. Ahora sí tenemos un problema. Antes, no, cuando se expulsaron a los pobres, gitanos de Triana y payos de la Macarena o San Bernardo, de su adorado centro para tener una ciudad entera, su casco histórico, pero para ellos, la ciudad, para mirarse el ombligo sin miedo, antes, repito, no existía problema. Fue entonces cuando se crearon guetos, la banlieau sevillana que tanta fama nos da y que existe en tantas ciudades. Gentrificación camino de la desculturización y la marginalidad, terreno abonado para la delincuencia.
Ahora son ellos los que caminan hacia la marginalidad, ahora son ellos los que tendrán que irse a los bloques de extramuros mientras sus jefes continúan arreglando apartamentos para turistas tatuados. Y en sus casas acabarán follando los y las de las despedidas de solteros y solteras del mundo mundial, que dejarán caer sus orejitas de conejo o sus monteras toreriles, la ropa interior del color de la vergüenza, sus fluidos seminales y estomacales sobre el suelo por el que un día arrastraron sus zapatillas.
Gentrificación, sí; del inglés gentrification. Tan antiguo como la avaricia. La que rompió el saco. En el que muchos ocultaron su cabeza para no ver nada. Pero ahora el saco está roto y se ve todo. Todo, todo, todo. En un par de generaciones, ya tendréis un piso donde cultivar marihuana. Al tiempo.
La foto está tomada del blog de José Fariña: https://elblogdefarina.blogspot.com/2018/03/gentrificacion-y-gentrificaciones.html